miércoles, 17 de septiembre de 2008

Qué difícil le es a un discípulo referirse a su Maestro, pues teme no encontrar las palabras con que agradecer y con las que expresar tantas vivencias del Alma, tantas vibrantes Ideas, transmitidas como una llama de corazón a corazón. Los griegos antiguos siempre que tenían que hablar de un asunto de veras elevado, invocaban a las Musas para que otorgaran benévolas su dulce y melodiosa inspiración, su ritmo y danza, su musical coro, tantas veces representado en el arte. Esto mismo hago, ¡Invoco a las Musas, para que desde sus nichos celestes, desde los ejes inmutables del espacio en que moran, desde los números y ritmos que rigen derramen, benditas, su inspiración, como un rocío del cielo, como desde un cáliz de eternidad en este mundo de sombras fugaces! ¡Que su canto vibre poderoso y fecundo, musical y fluyente en las palabras de un humilde discípulo que quiere agradecer tanto, tanto a su Maestro, que no sabe como empezar sino quizás, con lágrimas… que debe convertir en palabras!

Conocí al profesor Jorge Angel Livraga, por primera vez en una entrevista en televisión sobre temas de Filosofía Oculta que le hizo su amigo el Dr. Jiménez del Oso, hace ya tantos años –y yo era tan joven, un adolescente de no más de 13 ó 14 años- que nada recuerdo, si no es el interés que despertaron en mí sus palabras, y también, ¿por qué no decirlo? su gesto, que desbordaba juventud interior, poder y bondad. En 1982, en Madrid, cursé el Primer Nivel de estudios de Nueva Acrópolis y desde ese año hasta su deceso el 7 de octubre de 1991 asistí a decenas de conferencias, charlas informales que aparecían en las más variadas ocasiones: fiestas, celebraciones de cumpleaños y otros aniversarios, reuniones organizativas, etc, etc. Dentro del Programa de Estudios de esta organización mundial filosófica y humanista que él fundó, tuve la maravillosa oportunidad de recibir clases de él directamente en las materias de Retórica Clásica (un año), Dialéctica (dos años) y Fenomenología Teológica (Religión Védica). La lectura y estudio de todos sus libros, cientos de artículos de revistas, sumado a las miles y miles de páginas de apuntes por él redactados dentro del programa de estudio y de recomendaciones directas para sus discípulos es, para mí, junto al privilegio de recibir enseñanzas directas de él, el mayor tesoro de toda mi vida. Continuar la formación y los estudios con la profesora Delia Steinberg Guzmán, su Discípula y mi Maestra, una bendición. Evidentemente en Nueva Acrópolis no se estudian sólo sus escritos, sino todo el caudal de conocimientos, casi inagotable de los clásicos griegos, romanos, chinos, egipcios hindúes, hebreos, precolombinos, europeos… que forma el bagaje de experiencias del alma humana, y que permitieron elevar, una y otra vez la civilización desde el selvático seno de la barbarie. Unido a los comentarios, mágicos por lo sublimes, y luminosos de H.P.B, la genial Helena Petrovna Blavatsky.
Y aún así el objetivo de este blog es rendirle, y humildemente, homenaje. Yo soy sólo uno más de entre sus miles de discípulos y de entre los cientos de miles –varios millones, en cincuenta años- que se sienten deudores de sus enseñanzas y ejemplo de vida. Y pienso sinceramente, que el mejor modo de decir gracias es, como decía H.P.B, honrar las verdades con su práctica, y también mostrar, comentar sus enseñanzas, examinar algunos recuerdos de los que se pueda extraer su alma, su mensaje, y elevar todo ello como un loto azul abierto al sol del mediodía, como una ofrenda.